En la As­tro­lo­gía el pro­ce­so es­pi­ri­tual está relacionado con la Al­qui­mia. La con­cien­cia es la que per­mi­te dar­nos cuen­ta. Y pa­ra que la Al­qui­mia se pro­duz­ca, la con­cien­cia de ser y po­der, de­ben amal­ga­mar­se. Es­te es el ver­da­de­ro Ca­mi­no Es­pi­ri­tual.

    El Pro­ce­so Al­quí­mi­co se produce cuan­do la per­so­na bus­ca hacer un cam­bio in­te­rior. Es­tu­diar As­tro­lo­gía es una manera de lograrlo. Su objetivo es­pi­ri­tual es unificarse, teniendo la po­si­bi­li­dad de conectar el yo inferior con el Yo superior.

    El Es­pí­ri­tu es per­fec­to pero no pue­de ver­se a sí mis­mo. Para lograrlo se imperfecciona en el uni­ver­so per­fec­to como materia perfecta, creando una forma perfecta para recibir al Yo per­fec­to. Esto significa que el espíritu y la materia que tienen la misma esencia, se necesitan para existir. Pero en tér­mi­nos de hu­ma­nidad, se pre­ci­pi­ta creando un yo im­per­fec­to o inferior, que bus­cará la per­fec­ción. Primero lo hará a través del autoconocimiento y luego en­con­tran­do otro ser hu­ma­no, que es también un yo im­per­fec­to en es­ta eta­pa. La al­qui­mia de la As­tro­lo­gía es reconocerse, re­co­no­cer a otro y en la me­di­da que lo hacemos, unien­do y relacionando, vamos apren­dien­do a ser parte de la humanidad.

      La evolución es to­mar la for­ma del Es­pí­ri­tu, este es el camino de regreso. El Es­pí­ri­tu apo­ya su de­do y el Alma es donde de­ja su forma. Es la hue­lla del Es­pí­ri­tu que modela al Yo superior y necesita de la materia, el cuerpo físico y la Personalidad o yo inferior, para que podamos crecer y comunicarnos con los demás. El Proceso alquímico es entender que el Espíritu y el Alma se manifiestan a través de la Personalidad; y el Alma es el intermediario entre el Espíritu y la Personalidad.

   El dolor nos permite darnos cuenta que no podemos cumplir nuestros deseos sintiéndonos separados o incompletos. Debemos armar y relacionar el rompecabezas interno, buscando el reconocimiento en términos de realización espiritual, —también podemos decir que vamos quitando de nuestro interior las piezas del rompecabezas y al vaciarnos lo encontramos—. En el dolor no nos reconocemos, en la alegría sí. La clave es saber que la personalidad está compuesta de deseos que nos hacen sufrir cuando no se concretan, debiendo aprender a seguir al Alma, cuya naturaleza es la alegría y así lograr encontrar armonía en la vida cotidiana.

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    La rea­li­dad del Yo superior se puede es­ta­ble­cer por la ne­ga­ti­va; ya que cuando preguntamos ¿Quién soy? y contestamos: no es mi cuer­po, no es mi nombre, no es mi rol, no es mi profesión…, sin obtener la correcta respuesta; nos vemos obligados a investigar y a reflexionar. Lo que se logra a través de la percepción del mundo, nuestras acciones y de la Conciencia es comprender la división del espíritu y la materia, de lo bueno y lo malo. Es decir que si nos damos cuenta como somos o lo que nos sucede con conciencia o “con ciencia” o conocimiento, podremos superar el dolor que surge de la ig­no­ran­cia, y al unir espíritu y materia, el Yo superior e inferior; lograr un estado de armonía y serenidad.

   

     Nos conoceremos por medio del estudio de la Astrología, de la Carta natal, la Revolución solar y también a través de las personas con quienes nos relacionamos. Pondremos en práctica la Alquimia conectando nuestra personalidad (yo inferior) con nuestra Alma (Yo superior) y finalmente vendrá la Magia, revelándonos el verdadero vivir. Reconociéndonos también como parte de la humanidad y del universo con la ayuda de los Seres que nos guían y acompañan.


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