Nací el 1 de mayo de 1959, como María Marta González Murature, en Olivos, partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires, Argentina. A las 10:20 de la mañana, en la clínica Borges, a una cuadra de la plaza de Vicente López, y de la iglesia católica Jesús en el Huerto de los Olivos.

    Tuve una infancia muy feliz en la casa de mi abuela paterna. Siempre sentí el maravilloso contacto con la tierra, el sol, el agua y el viento. Y mis primeras vacaciones fueron en la naturaleza, en la sierra y el río, en la casa de mi abuelo materno, la que me cobijó durante muchos, muchos años.

    Desde los siete u ocho años a jugaba dar clase a alumnos imaginarios mientras escribía con tiza blanca, largas sumas y oraciones en la pared celeste del jardín de la casa de mi abuela paterna.

    A la edad de 26 años comencé a buscar alguna técnica o práctica que me ayudara a detener todos esos pensamientos que me atormentaban, desconcentraban y desequilibraban.

    Llegó entonces a mi vida un curso llamado “control mental”, formado por muchos temas relacionados con la energía y poco con el autocontrol. Sí aprendí sobre curación, lenguaje del cuerpo y lo más importante: a elegir lo que realmente me interesaba. Fue entonces que una amiga me introdujo en la astrología, teosofía, metafísica y esoterismo. Descubrí que podía ponerle nombre a muchos conceptos en los que creía, comenzando así a nutrir ese mundo interno que todos tenemos.

    Pero la primera disciplina que realmente salvó mi vida fue la práctica del Tai Chi Chuan. Y emprendí el desafío de organizarla, vivirla realmente, e incluso dar clases.

    Esta fue una época de mucha lectura: Las Enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, Platón, libros de poesía, la obra completa de Kahlil Gibrán, libros sobre Budismo, Raja Yoga, la Vedanta, y me puse en contacto con la obra escrita por Madame Blavatsky y Alice A. Bailey, entre otros.

    También para viajar y conocer los hermosos lugares de nuestra madre Tierra. En mi país anduve por varias provincias y visité las maravillosas Cataratas del Iguazú; la Quebrada de Humahuaca con su Cerro de los 7 colores, Ushuaia, la cordillera de los Andes. Y el maravilloso lago Titicaca; el Machu Pichu; las pirámides y la isla de Cozumel en México; el océano Pacífico y el mar del Caribe; las isla de Nanaimo en Canadá.

    Y las actividades artesanales y creativas tuvieron su lugar a través del tejido; tocar el piano, dibujar con carbonilla y pintar con acuarela; amasar pan, visitar museos, ir a conciertos, y colaborar con un hogar de niños.

    Si bien la Astrología me sirvió de orientación desde los 26 años, recién entró en mi vida al dejar de dar clases de Tai chi. A los 39 años, comencé a tomar notas durante las clases que dictaba el profesor Hugo Cornejo. No era mi intención estudiar sino escribir sobre los temas de cada clase. Y si bien al principio no participaba estudiando, sin darme cuenta me fui interesando un poco más cada vez.

    Recién cuando me pidieron que la enseñara, y comencé a dar clases ininterrumpidamente, me di cuenta que la Astrología fue la segunda oportunidad de mi vida, y lo sigue siendo, ya que pude continuar experimentando y creciendo.

    El Manual de Astrología Esotérica de Alice A. Bailey, que había leído cuando inicié estas clases -pero pospuesto su estudio-, apareció nuevamente. Junto a Marta Luisa Fernández este manual nos permitió conectarnos con su obra. Recopilar, estudiar y leer juntas la Gran Invocación en cada luna llena al principio y luego diariamente, nos introdujo en este maravilloso e increíble mundo que abarca el conocimiento del hombre, la humanidad y el universo en que vivimos.

    Inspirada por cada alumno, comencé a ordenar los apuntes para que las clases fueran dinámicas y prácticas. Y así di forma al Proceso Alquímico de la Astrología, un manual práctico y completo para iniciar el estudio de la astrología.